Y aquí va otra de mis
historias en la cacería… Una mañana fría de invierno, en Julio de
aproximadamente 5 años atrás, es decir, en el 2009, salimos a cazar con mi hijo
en Balcarce, provincia de Buenos Aires.
Una vez allí, cruzamos la
calle y el extenso lote que está frente a la casa de Naty (amiga que nos recibe
cada vez que vamos de cacería), ella nos despedía saludando con su mano
izquierda mientras en la otra sostenía el mate –todavía humeante- después de
una gran charla con nuestros amigos: Julián, Julieta y Santiago.
Luego del saludo, volvimos a
la caminata sobre el llano, el Sol apenas levantaba en el horizonte, el cielo
estaba celeste y limpio sobre nosotros. Comenzaban a aparecer las primeras
perdices mañaneras, que fueron pocas hasta llegar a la barranca del arroyo que
corría caudaloso en busca del mar.
La perdicera todavía estaba
casi vacía… eso nos ofrecía un dilema: retroceder en el
camino ya hecho, empezar a
caminar lateralmente o arriesgarnos a cruzar el arroyo.
El dilema lo resolvimos
rápidamente: cruzar el arroyo sonaba adrenalínico.
Juan (mi hijo) y yo, teníamos
las escopetas descargadas y apoyadas sobre el alambrado, nuestros chalecos
yacían en el suelo, una mano en la cintura y otra en la visera. Estábamos
tratando de ver cómo y por donde cruzar el arroyo, no había ningún puente a la
vista… la única opción era arriesgarnos a cruzarlo por un alambrado que iba de
costa a costa.
Preparamos el cruce
minuciosamente… ya habíamos tenido una experiencia anterior hacía unos años, me
caí y calculé que tenía 1.50
metro de profundidad y su agua era fría que bajaba de la Sierra.
La “maroma” es lo que nos
ayudó a cruzar, para definir lo que es, lo describiría como un poste alto,
enterrado y sujeto a otro poste de 5 hilos, que nos permitía hacer un paso pie
a pie de forma lateral en el quinto hilo. Nuestros brazos iban tomados de la
parte superior y ahí, paso a paso, con nuestros bártulos – incluida la escopeta
desarmada- y el desbalance del bolso
trasero del chaleco perdicero, lo logramos… balanceándonos un poco y
afirmándonos otros, fue una gran hazaña!!
Luego de la travesura,
descansamos y una vez compuestos, agarramos todo otra vez, subimos la barranca
y nos encontramos con varios lotes de soja. A pesar del cansancio, caminamos en
un lote y a poco de hacerlo con sorpresa salieron a una distancia fuera del
radio de tiro dos liebres juntas. Insultamos bastante pero continuamos. Al poco
tiempo, bien a la orilla de la soja, otra nuevas dos liebres más que fueron a
parar a nuestros chalecos.
Finalmente, decidimos volver
– eran las cinco de la tarde- las liebres nos trajeron discusiones, pero por mi
“edad” – según mi hijo- decidimos cargar tres él y dos yo.
Encaramos la vuelta que
sumada a las liebres que cargábamos, los pastos, el Sol y las botas de goma,
hicieron que no le tiráramos al resto de las liebres que nos salieron.
Cuando estábamos nuevamente
en el arroyo, nos hidratamos y volvimos a debatir sobre como cruzar todo. Todo
concluyó así: por mi parte, cargué las armas y los cartuchos con algunas
perdices abatidas, mi hijo se encargó de ir y venir varias veces para dejar las
liebres al otro lado del arroyo.
Y ahí sí… el último sorbo de
agua y el peso ya distribuido, la noche caía sobre nuestros hombros. El Norte
ahora estaba puesto en la luz de la casa de Naty y Julián… que nos hizo
recorrer la hora de caminata en silencio, hasta llegar al hogar en el que nos
esperaban humeantes unos mates y una rica cena.
·
Liebre Europea: LEPUS EUROPAEUS
·
Familia: LEPORIDAE
LAGOMORPHA (del
Griego LAGOS: LIEBRE---MORPHE: FORMA)
· Mamíferos Placentarios
· Mamíferos Placentarios
La liebre especie Europea, es introducida en el año 1888 en Argentina, la provincia de Santa Fe, especialmente en la localidad de Cañada de Gómez. Primero se desplegaron en una estancia en particular y luego con el paso de los años y la creciente reproducción, se fueron extendiendo por todo el territorio.
Idea : ALBERTO FERNÁNDEZ
Edición : MAITE FERNÁNDEZ