lunes, 22 de septiembre de 2014

PRIMER Y UNICA TIRADA

COPETONA O MARTINETA: 
                                                    “Primera y única tirada”

En el 1980, tenía un gran amigo al que le decía “El Gallego”. Gran compañero de cacerías. Era dueño del café “Zas”, allí residíamos a diario y con café de por medio charlábamos de política, fútbol y  “minas”.

Un día, mientras yo saboreaba un café y él – José María Rey- miraba los mozos, me invitó a ir a cazar con sus cuatro tíos – al igual que él “Gallegos”/Españoles.
Junto a otros dos invitados, nos subimos al “Galeón” del alcohol, los chistes verdes, gases y comidas pantagruélicas. Lo que nos trasladó fue una casa rodante – cómoda y casera para la época- a la que nos subimos una madrugada (8 hombres) con rumbo a Balcarce, provincia de Buenos Aires, a la que llegamos ese mismo día.

Seis u ocho horas de viaje nocturno, hicieron que pasáramos por “San Agustín” – luego de Balcarce- para levantar a un hombre más. Conocido como “el Cholito Martínez”, era almacenero, petizo y tenía el cuchillo en la cintura(ligero). Su rol en la aventura sería ser nuestro guía de caza.

Dejamos la ruta 55 de lado, bajamos por un camino de tierra seca por el medio y barro en los costados, hicimos unos 8km de rectos hasta una tranquera que ponía final a la calle.
Allí decidimos parar, entre discusiones, gritos y empaque por parte de los “Gallegos” más grandes… José María y yo, tomamos nuestras escopetas y morrales para emprender una caminata con un Norte que lo identificábamos por unos pequeños pinos – que parecían estar ahí no más.

Sin embargo, la visión nos traicionó, y esos pinos “ahí no más” nos llevaron cuarenta y cinco minutos de caminata. Era un lugar hermoso, costeado por un arroyo de montaña. Pudimos cazar bastante, Carlos – que no cazaba- hizo los viajes para dejar piezas en la casa rodante.
El arroyo era el límite. Decidimos cruzarlo por una maroma. Después de semejante aventura, caminamos remontando una elevación de piedra y pastos altos que sin perro se hizo difícil para encontrar una perdiz.

Una vez que descendimos la elevación, llegamos a un pequeño valle. ¡Qué sorpresa al llegar allí! Estaba lleno de cuevas de peludos… pero eso no fue lo asombroso, los tres fuimos recibidos por el aletear y la levantada de perdices. Éstas eran moteadas o jaspeadas en negro y gris blanquecino, con un copete o martinete compuesto por plumas negras azabache erguidas en su cabeza.
Ante el sombro, pregunté a viva voz: “Galegoooooo… ¡¿Qué son?!”. A lo que rápidamente, respondió: ¡No sé! Pero, tira!

Y así fue, tiré y paso a paso, pudimos capturar algunas y otras heridas se nos escaparon a las cuevas de los peludos. Carlos, desesperado, metía sus manos en las cuevas para sacarlas, pero dejó de hacerlo una vez que advertimos que podía haber víboras allí dentro.
En fin… aquella había sido mi primera cacería de copetonas o martinetas, quizás el ave estéticamente más hermosa.

Luego de las piezas adquiridas, nos sentamos sobre unas piedras para hablar sobre lo que había sucedido, en el medio, besamos en forma reiterada una petaca, recontamos las copetonas que estaban en nuestros morrales repletos – al igual que las manos de Carlos-. La realidad, es que ya era tarde y la noche se iba a acercar cuando regresáramos a la casa rodante.

El día de caza terminaba. Volvimos a cruzar el arroyo. Los cuarenta y cinco minutos de caminata volvieron a agotarnos un poquito más, pero ahora con la ansiedad de contarles al resto del grupo unas veinte veces nuestra primer experiencia con las copetonas…
Dicho sea de paso, nunca más volví a tener una en la mira, en éstos 34 años de cacería.
NOMBRE: MARTINETA COMÚN ó EUDOMIA ELEGANS

FAMILIA: TINAMIDAE

DESCRIPCIÓN: INAMBÚES (“perdices”)


COMIDA: SEMILLAS –INSECTOS Y CARROÑERA







Idea : Alberto Fernández
Edición : Maite Fernández
(Quilmes, Pcia. de Buenos Aires, Argentina )

lunes, 1 de septiembre de 2014

MI PRIMERA CACERÍA

Me encanta contar historias en la vida cotidiana. Hoy elijo relatar una de las tantas mediante el teclado de una computadora… Ésta es especial, se trata del día en el que la caza se convirtió mi pasión.

En el año 1962, mis papás (Esther y José) decidieron comprar una Estanciera Ika, se usaba para la época, era gris con franjas blancas, 0km. Era la 4x4 de ahora… con algunas diferencias a las actuales, por obvias razones, la evolución no era la misma.

 

 La “Estanciera” (comúnmente llamada) nos llevó de viaje. Éstos se realizaban a una velocidad de 60 kilómetros por hora. El primero, para asentar el motor, fuimos mis papás y yo hasta Azul y Olavarría… obviamente, cargamos escopeta y cartuchos para hacerla completita: ¡¡Auto nuevo y Caza!!

Una vez llegados, recuerdo que mi papá le preguntó a un señor (que iba a Caballo) dónde podíamos encontrar un lugar para caminar  -sin molestar y sin perro de caza- y cazar unas perdicitas. El hombre a caballo nos señaló el camino, y allá fuimos.

Entramos al campo en la 3era tranquera (el hombre nos había indicado entrar en la 2da). Allí encontramos un lote chico –una o dos hectáreas- con pastos naturales. Y allá fue mi papá, escopeta en mano, morral con cartuchos, salto hábil al alambrado, inició su caminata. Mi mamá y yo lo mirábamos atentamente mientras aprovechábamos para tomar unos mates y comer unos bizcochos de grasa.

Pasado el rato, mi papá regresó con una perdiz chica en manos, nos relató la captura de la pieza y comió algo. Mientras realizaba todo esto, miraba el campo con el mate en la mano… Yo era chiquito y atrevido, insistente le preguntécuando me iba a dejar tirar un tiro. Encima, acusé de caminar atrás de él para juntar sus perdices pero a mí nunca me tocaba bajarlas…

Mi mamá (fiel cómplice) dijo: “Déjalo que pruebe…”. Mi papá apenas respondió con un “¡Tiene diez años!”. Tarde… yo ya estaba pasando los hilos del alambrado. Escopeta abierta por arriba y dos cartuchos. Tenía en mente los pasos a seguir que me había dicho mi papá. Y ahí fui… flaquito tratando de esquivar los pastos altos y atrás, me seguía mi papá con la mirada.

De repente, con susto y desenfado, sale una perdiz. Como es lógico, apunté, cerré los ojos, disparé y (…) ¡¡MI PRIMERA PIEZA ABATIDA!! Allí vino una seguidilla, de saltos y gritos, que los acompañé con una corrida hacia la perdiz, cuando me agaché a juntarla… ¡Salió otra perdiz! A la que con rapidez bajé de un solo y último tiro.

¡¡Qué felicidad!! ¡¡Cuánto salté y corrí!! Cuando llegué a la camioneta, mi papá estaba adentro del auto junto a mi mamá. Él, se agarraba la cabeza con las manos y le dijo a mi mamá: ¡¿Y ahora?! ¿A éste quién lo aguanta? ¡Me va a volver loco! (Claro, yo me iba a creer un cazador de primera clase). Y así fue, mi papá no se equivocó. Todo el viaje de vuelta, relaté una y otra vez hasta el hartazgo mi primera cacería.

Finalmente, tenía mis piezas en los muslos , me la pasé acariciando sus plumas que me parecían suaves… pero por sobre todo, estaba feliz. ¿Quién iba a pensar que la cacería me iba a llevar a tantas aventuras que  tengo por contar? Nadie…

PERDIZ: INAMBÚ COMÚN
GENERO:NOTHURA MACULOSA
FAMILIA: TINAMIDOS
TAMAÑO: CHICA 












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Idea: Alberto Fernádez
Edición: Maite Fernández (Quilmes, Pcia. de Buenos Aires, Argentina)