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Volaban de a tres y cuatro perdices a la vez, en direcciones diferentes que nos asombraban, asustaban y confundían a cual disparar.
Sumado a lo anterior, la dificultad de no contar con perro, para buscar las abatidas que caían en las pasturas de los costados de aprox. 40 cm de altura.
Caminamos ahí toda la tarde, en una y otra dirección, recto, en forma transversal e igual seguían volando por donde ya habíamos pasado.
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